Hay muchas formas de relacionarse
sexualmente y, por supuesto, la masturbación es una manera más. Entonces, ¿Por
qué se habla de ella como si fuera el preludio de algo que está por llegar?
¿Acaso necesitamos obligatoriamente de un coito para llegar al clímax? Más bien
no. De hecho está demostrado que las mujeres, por ejemplo, disfrutamos más con unas caricias
acertadas en nuestras zonas más erógenas, que no con la penetración como fin
último para conseguir un orgasmo.
Siempre se ha entendido la masturbación
como un acto que ejecutamos con nuestro propio cuerpo, pero no necesariamente
tiene que tratarse de una acción individual. También es algo que podemos
compartir, ya sea haciendo disfrutar a la otra persona o ella a nosotras, o
compartiendo el juego de observarse con la pareja mientras cada uno se
proporciona placer personalmente.
Puede crearse un momento muy erótico y
muy excitante con la otra persona. Incluso podemos añadir juguetes sexuales que
pueden aportar sensaciones distintas y más placenteras.
De hecho suele ser la primera relación
sexual que mantenemos, ya que nos masturbamos desde edades muy tempranas,
aunque no lo recordemos ni seamos muy conscientes de ello, pero así ocurre.
Varios estudios demuestran que desde que
nos encontramos en el útero materno ya buscamos esa sensación de placer, y
varias ecografías revelan como el futuro bebé está disfrutando, nunca mejor
dicho, de su etapa gestante. Porque la sexualidad está presente en todos los
seres humanos desde antes incluso de nacer.
Y también cabe recalcar que es importante
masturbarse. Una de las razones es para conocer nuestro cuerpo y comprobar y
hacernos conscientes de las reacciones a los diferentes estímulos. Así podemos
descubrir nuestros puntos más calientes o la manera de estimular esas zonas. Y
nos sirve no sólo para nuestro propio conocimiento, sino también para compartir nuestra sabiduría con otra
persona.
Además es un momento de gran creatividad
mental, ya que normalmente nos servimos de fantasías eróticas donde somos las
grandes protagonistas de esas historias.
Una de las ventajas de estar con uno
mismo es sin duda, o debería ser, la
inexistencia del pudor. No tenemos que demostrar nada a nadie y podemos darnos
placer de la manera que nos apetezca, durante el tiempo que queramos y en el
momento que nos plazca, sin depender de nadie más que de nosotros mismos. ¿Se
puede pedir más?