En una relación de pareja, la
mayoría de veces aparecen pequeñas trabas o problemas que tienen solución. La
alteración del deseo sexual puede ser una de estas dificultades.
El deseo sexual no es una cosa lineal en el tiempo. De una manera generalizada hay la creencia de que si una relación funciona, siempre tiene que existir este deseo erótico hacia nuestra pareja; que en parte es cierto, pero esto no implica que siempre se tengan que tener ganas de tener relaciones sexuales o que se quieran expresar o manifestar del mismo modo.
Especialmente
en las mujeres, el deseo erótico es muy cíclico; está muy relacionado con las
hormonas y los ciclos menstruales y esto nos afecta a la hora de tener más o
menos ganas de mantener una relación sexual. También la monotonía en las
relaciones puede influir en estas ganas y, evidentemente, si hay problemas o
preocupaciones externas (ya sean con la pareja, trabajo, estudios, familia,
salud, etc.), también influirán en nuestra sexualidad.
Por todo esto es importante tener
una pareja al lado que lo entienda. Para poner remedio, se tiene que hablar del
tema, se pueden probar cosas nuevas (introducir posturas diferentes, juguetes
eróticos, juegos sexuales, etc.) y sobre todo, no se tiene que presionar a un
cambio de actitud inmediato.
El peor intento de solución a la
falta de deseo sexual es la presión (ya sea física o psicológica) por parte de
la pareja, o incluso, por nuestra parte, accediendo a practicar sexo para no
sentirnos mal pensando que podemos herir al otro con un “ahora no me apetece”.
El hecho de “sentirnos obligados” a mantener una relación sexual no deseada en
un momento determinado, puede provocar el efecto contrario, es decir, mayor
inhibición del deseo sexual.
La sexualidad individual y de
pareja evoluciona y a veces no hacia las mismas latitudes, pero si se habla y
se intenta comprender, respetar y llegar a un equilibrio, puede tener solución.
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